Historias DiarioSur

Instituto Alemán: trabajo, disciplina y tradición

Por Pablo Santiesteban / 6 de octubre de 2024 | 13:35
El Deutsche Schule en 1901 cuando la comunidad educativa funcionaba en calle Picarte, frente a Ismael Valdés. Crédito: enterreno.cl
[#HistoriasDiarioSur] Conoce los orígenes del colegio alemán. ¿Es cierto que los restos de Carlos Anwandter reposan en los terrenos de establecimiento?

“Seremos chilenos honrados y laboriosos como el que más lo fuere” fue la promesa de puño y letra que estampó en su discurso Carlos Anwandter a poco llegar junto a varios de sus compatriotas desde Alemania hasta Valdivia un 17 de noviembre de 1850. Desde entonces los colonos alemanes se asentaron en Valdivia y desde ahí a muchos lugares del sur y de todo Chile.

Entre estos colonos hubo varios emprendedores, empresarios y letrados que quisieron hacer de esta tierra una parecida a la que dejaron en Europa. Muchos de los colonos eran niños y sus padres no quisieron que olvidaran las costumbres alemanas, así surgió la necesidad de formar un colegio con dicha impronta.

Fue un 1 de octubre de 1858, ocho años después de la llegada del bergantín Herrmann con más de 100 familias alemanas al puerto de Corral, que se crea la Deutsche Schule o Escuela Alemana.

Fue Carlos Anwandter el impulsor de la instalación de este colegio y contó con el apoyo de Rodolfo Uthemann, Germán Ebner, Guillermo Kindermann y Germán Hantelmann. Anwandter fue su primer director, ocupando este cargo hasta 1876, año en que le sucedió Germán Balde hasta 1909.

Fueron 48 niños los primeros alumnos de esta escuela alemana y su primer profesor fue el colono Enrique Sander, secundado por Rodolfo Uthemann y Germán Hantelmann y al principio funcionó en un inmueble que arrendó el barón Raimund von Stillfried.

El plan de estudio que diseñó Germán Balde fue aprobado por el Estado Chileno en 1888 y según el libro “Nueva historia de Valdivia” del padre Gabriel Guarda, las asignaturas que se impartían en los primeros años de su fundación fueron literatura y gramática castellana, alemán, inglés, francés, religión como optativo, aritmética, geometría, dibujo, geografía, historia universal, historia de Chile, ciencias naturales, canto y gimnasia.

Germán Balde fue condecorado por el emperador de Alemania a fines del siglo XIX por su trabajo en pos de la educación en Chile.

El colegio se cambió a calle Picarte en 1864, frente a Ismael Valdés, inmueble de madera y después se hizo otro edificio de ladrillo que funcionó hasta los días del terremoto del 22 de mayo de 1960 cuando gran parte de él fue destruido.

Los antiguos ex alumnos del colegio aún recuerdan que en la dependencia de calle Picarte existía un busto con la efigie de Carlos Anwandter con la frase: “Seremos chilenos honrados y laboriosos como el que más lo fuere” y una encina que era característica de esta comunidad educativa.

Debido al terremoto, en junio de 1960 el ya conocido como Instituto Carlos Anwandter se trasladó a sus actuales dependencias de Isla Teja, lugar donde ha permanecido hasta ahora.

Reconocida es la calidad educativa de colegio que por generaciones ha instruido a notables profesionales. Esa calidad fue reconocida el 5 de septiembre de 2011 cuando recibió de manos del agregado cultural de la Embajada de Alemania la distinción de calidad Exzellente Deutsche Auslandsschule, es decir Colegio Alemán de Excelencia en el Extranjero.

Actualmente el Instituto Alemán tiene 166 años de historia educativa en Valdivia.

Las tumbas de la familia Anwandter en isla Teja. Crédito: huellaislateja.cl

Parque Anwandter

El espíritu de trabajo y disciplina de Carlos Anwandter sigue en este colegio, en isla Teja, en el Parque Anwandter a un costado de las dependencias principales, lugar donde el famoso colono está sepultado junto a su familia. Es un cementerio privado que es mudo testigo del afán de toda una colonia por hacer de Chile su propia patria.

Bien valen los versos que el propio poeta Pablo Neruda escribió sobre este espacio:

“El cementerio de los Anwandter en la Isla frente a Valdivia escondió cien años la última gota pura del olvido”.

“Sólo unos cuantos fundadores muertos, el caballero rubio y su mujer cocinante, los hijos que devoró el invierno”.

“Las lianas, las hiedras, las cadenas del bosque, los hilos que desde el Drimys winteri y el Nothofagus, altos como las catedrales que perdieron, góticos como los sueños feroces de su natalicio, cosieron con aguja y silencio una pequeña patria verde, la iglesia vegetal que sus huesos quería”.


 

 

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