Como autoridad regional del Gobierno de Chile, me siento en la obligación de expresar mi profunda preocupación por la postura adoptada por el Partido Republicano frente a temas de vital importancia para el bienestar de millones de chilenos y chilenas.
En reiteradas ocasiones, esta colectividad política ha demostrado una resistencia sistemática a apoyar acuerdos que buscan reparar injusticias históricas y avanzar hacia un país más justo y equitativo. Ejemplos recientes, como su oposición al pago de la Deuda Histórica a los profesores y a la Reforma Previsional, plantean serias dudas sobre la verdadera naturaleza de su autoproclamado patriotismo.
El caso de la Deuda Histórica es emblemático. Este compromiso, asumido hace décadas por el Estado chileno, representa una deuda moral y material con miles de profesores que dedicaron su vida a la educación de generaciones enteras, muchas veces en condiciones precarias y sin el reconocimiento adecuado.
Negarse a reparar esta injusticia no sólo perpetúa el abandono de estos trabajadores, sino que también envía un mensaje claro: para el Partido Republicano, las palabras “justicia” y “reconocimiento” parecen carecer de peso cuando se trata de quienes han sostenido la educación pública en nuestro país.
Por otro lado, su rechazo a la Reforma Previsional también resulta alarmante. En un país donde la mayoría de las pensiones son insuficientes para cubrir las necesidades básicas de los jubilados, resulta incomprensible que un partido político que se define como defensor de los valores patrióticos se niegue a apoyar cambios estructurales que busquen garantizar una vejez digna para todos los chilenos.
Y entiéndase bien: una cosa es que en la democracia sea legítimo votar por una u otra opción; otra cosa bien distinta, muy antidemocrática y poco republicana, por cierto, es no tener disposición al diálogo ni a los acuerdos.
Esta predisposición a negarle el agua y la sal al Gobierno le hace un daño profundo a Chile, pues pone a las personas detrás de las ideologías y de la politiquería en el orden de prioridades. ¿Cómo puede alguien hablar de amor a la patria mientras ignora las necesidades más urgentes de sus habitantes?
Cabe preguntarse entonces: ¿Qué entiende el Partido Republicano por “patriotismo”? ¿Qué significa para ellos la “República”? Si la patria no es más que una bandera y un discurso vacío, desvinculado del bienestar de las personas que la componen, entonces su patriotismo no es más que una fachada. La verdadera grandeza de una nación no se mide por la retórica de sus políticos, sino por la calidad de vida de su pueblo.
En este contexto, resulta fundamental recordar que la República no es un concepto abstracto ni un ideal lejano. Es una construcción colectiva que se sustenta en la dignidad, la justicia y el bienestar de sus habitantes. Negarse a avanzar en estas materias no solo traiciona estos principios, sino que también condena a millones de chilenos y chilenas a seguir cargando con las desigualdades que han marcado nuestra historia.
Desde el Gobierno, continuaremos trabajando con convicción para impulsar reformas que realmente respondan a las necesidades de la gente, siempre con la disposición a encontrar posiciones comunes con la oposición y construir acuerdos que beneficien al país. No permitiremos que el inmovilismo y la indiferencia se conviertan en el obstáculo para construir el Chile que merecemos. La patria no es solo un ideal; es una responsabilidad. Y en esa responsabilidad, todos los actores políticos debemos estar a la altura.
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