Por Ilse Sepúlveda
Para nadie es un misterio que el regreso a clases después de dos años de pandemia ha sido un proceso complejo. Mayores niveles de violencia, de tecnologización en todas las edades y pérdida de herramientas para socializar, han sido algunos de los hallazgos de este retorno a la presencialidad.
Ahora el desafío es enfrentar estas vacaciones de invierno adelantadas y extendidas como una oportunidad para aliviar las consecuencias que tuvo el abrupto regreso a las salas de clases.
Un estudio efectuado por la Pontificia Universidad Católica y la Universidad de Chile a más de 1.200 establecimientos del país, constató un aumento de la violencia y deterioro de la salud mental de las comunidades educativas.
Según el sondeo, un 48% de los directores advierte que las agresiones de los alumnos han empeorado en relación a la etapa pre pandemia y un 79% revela una caída en la estabilidad psicoemocional.
Para Javiera Caro, psicóloga de la plataforma PsicologíaChile.cl, este receso escolar es la "oportunidad ideal” para que las familias contribuyan a revertir la emergencia descrita durante el primer semestre.
La especialista dice que era previsible que el regreso a la normalidad fuera estresante.
“Se podía esperar que fuese difícil volver a socializar y surgieran conflictos y dificultades. Efectivamente ocurrió y se demostró que las instituciones no estuvieron preparadas para una explosión de esta magnitud", puntualiza.
"No hubo protocolos que permitieran hacer frente a los vacíos de socialización que se arrastraban”, agrega.
En ese contexto, la psicóloga de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso explica que las semanas de receso en las clases serán fundamentales para un segundo semestre con menor conflictividad y que para eso resultará “vital” el apoyo de las familias en el acompañamiento de los estudiantes.
“Tenemos que propiciar que niños, niñas y adolescentes tengan un verdadero descanso mental en estas semanas”, dice la profesional.
En conversación con Grupo DiarioSur, Michelle Olguí, coordinadora y jefa de proyectos de Educación 2020, afirma que hay que tener claridad del escenario.
“Lo primero es encontrarse en este espacio sabiendo que los tiempos de las personas adultas pueden ser acotados porque trabajan”, explica.
Olguí dice que lo siguiente es “buscar momentos de calidad, preguntarles a los hijos/as cómo están, cómo se han sentido, qué es lo mejor de este primer semestre, que les gustaría que continuara el resto del año y que les gustaría que cambiara”.
Y agrega: “Es necesario conversar, escuchar a los niños, niñas y adolescentes, conocer cómo se han sentido con el retorno presencial a clases, valorar lo que dicen, sin juicios y dar contención”.
Javiera Caro llama a establecer efectivos espacios de tranquilidad para los estudiantes, disminuir el uso de pantallas, motivar la realización de actividades físicas al aire libre y normalizar los ciclos sueño-vigilia afectados durante los confinamientos masivos.
“Es importante tratar de recobrar esos hábitos, no como una exigencia, sino como un proceso de reacondicionamiento mental y emocional", asegura.
"Es tiempo de que estas vacaciones puedan ser aprovechadas como espacios de diálogo y reflexión en las familias”, enfatiza.
Por su parte, Michelle Olguí, sostiene que “el juego también es un mecanismo para que niños y niñas tengan un mayor bienestar socioemocional".
"El juego es su forma para vincularse con el mundo y desarrollar habilidades manuales, cognitivas y socioemocionales, por lo que se deben propiciar espacios y materiales que lo permitan en función a las edades”, puntualiza.
Reitera lo complejo de este receso, en función de la continuidad del trabajo de los cuidadores de niñas, niños y adolescentes.
Asegura que en este contexto “las redes de apoyo cumplen un rol clave. Y en caso de que no se tengan, se debe procurar tener espacios seguros y confortables, además de reservar momentos para compartir con hijos e hijas de calidad, aunque sean pocos”.
"La forma de contrarrestar ese estrés es mediante la comunicación, el amor, la seguridad, el descanso y el juego”, dice Michelle Olguí de Educación 2020.
La profesional de la plataforma PsicologíaChile.cl afirma que lo deseable es que los padres sean capaces de privilegiar la salud mental.
“Culturalmente tenemos un cruce entre el descanso y la diversión, pero esto último no necesariamente tiene que ver con un beneficio en la recuperación de las energías físicas y mentales”, explica.
Caro asegura que hay alternativas.
“Una opción es volver a conectarnos con la naturaleza, generar panoramas al aire libre que despierten la creatividad y la curiosidad. Probablemente, no es el momento ideal para planificar actividades en espacios cerrados, con aglomeraciones o largas filas en el cine”, sostiene.
"Esto tiene que ver con atender nuestras propias necesidades de salud mental para poder descansar. Quizás no sea el mejor momento para ir a un lugar lleno de gente o ir de compras, sino apelar a la sencillez de un día de juegos en un parque o de una caminata, evitando cualquier factor de estrés”, puntualiza.
Para Olguí también es importante “no resolverles el aburrimiento”.
Asegura que “permitir que se aburran propicia la necesidad autónoma de explorar iniciativas de distracción y entretenimiento, promoviendo que exploren sus necesidades e intereses".
"Para eso se requieren espacios seguros y amorosos que permitan explorar y desarrollar habilidades, con juegos y herramientas adecuadas a sus etapas del desarrollo, resguardando la atención y acompañamiento que requieren niños y niñas según su edad”, concluye.
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